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Un paseo por Berlín

«Una vez al año ve a algún lugar en el que no hayas estado antes». Dalai Lama.

Este pasado fín de semana tocó escapadita. Creo que viajar es una de las mejores cosas que existen, de las mejores escuelas, a mi me encanta y siempre que puedo aprovecho cualquier ocasión para hacerlo.

Con este post aprovecho para contaros mi viaje y mostraros un poquito más de mí, cosa que no había hecho hasta ahora. Así que aquí va…

El lugar elegido en esta ocasión fué Berlín, una de las capitales europeas más interesantes en la actualidad. Y el viaje de tres días, de jueves a domingo.

El día que llegamos nos dió tiempo para poco al llegar allí bien entrada la tarde, pero aprovechando que nuestro hotel estaba bastante céntrico dimos un paseo y cenamos por los alrededores de Alexanderplatz, gran plaza y atracción turística situada en el centro de la ciudad, además de punto de encuentro en casi todas las ocasiones.

El viernes después de un abundante desayuno, fundamental para mí si voy a pasar un día sin parar, nos dispusimos a pasar la jornada conociendo los sitios imprescindibles de la ciudad.

Comenzamos con los orígenes de Berlín en el barrio de San Nicolás. Seguimos hacia la Isla de los Museos, uno de los conjuntos museísticos más importantes del mundo y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y la catedral protestante de Berlín. (Intentamos por la tarde visitar el museo de Pérgamo, pero por únicamente cinco minutos no pudimos comprar el ticket de entrada. Lloramos un poco a ver si conseguíamos pasar pero fué imposible).

Paseamos por la avenida de los káisers, Unter den Linden, pasando por la Universidad de Humboldt, la Biblioteca Real, la Ópera Estatal y por la que con sus dos iglesias gemelas es sin duda la plaza más bonita de Berlín, la Gendarmenmarkt. El edificio central de la plaza es el Konzerthaus; en el lado norte está la Französischer Dom (Catedral Francesa) y en el lado sur la Deutscher Dom (Catedral Alemana).

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Conocimos los detalles de la subida de Hitler al poder y vimos los restos del cuartel general de la GESTAPO, lo que queda del famoso muro de Berlín y el Checkpoint Charlie, que era uno de los puntos para cruzar de un lado al otro de Berlín en la época del muro, y donde se puede ver todavía en el suelo por donde pasaba el mismo. Y recordamos el Holocausto Judío con su monumento conmemorativo.

El Monumento al Holocáusto es un laberinto que recuerda la triste historia que marcó a todo un pueblo durante aquellos tenebrosos años de la II Guera Mundial. A mi personalmente me pareció sobrecogedor. Al igual que otros muchos monumentos está construido como símbolo del arrepentimiento que han demostrado los alemanes tras su oscuro episodio en la historia. Está compuesto por 2.711 losas de hormigón que ocupan una superficie de 19.000 metros cuadrados. Las losas tienen distintas alturas y están diseñadas para crear una atmósfera incómoda y confusa. Ha sido incluso más criticado que alabado. Por su cercanía a la Puerta de Brandemburgo (unos cien metros), por su nombre (qué pasa con el resto de las personas no judías que también estuvieron discriminadas), por el material que está construido o incluso por la empresa que lo levantó.

Antes de llegar y finalizar la excursión del día en la Puerta de Brandemburgo vimos también la espectacular Potsdamer Platz, una de las plazas más bulliciosas de Berlín en el pasado que quedó arrasada durante la Segunda Guerra Mundial y partida en dos por el muro de Berlín. Posee el primer semáforo de Europa.

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La visita terminó en la famosa Puerta de Brandenburgo, antigua puerta de entrada a Berlín y convertida en símbolo de la unidad de Alemania desde la caída del Muro.

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El sábado por la mañana fuimos a conocer el campo de concentración de Sachsenhausen y por la tarde dimos un paseo por el barrio judio.

Del campo de concentración prefiero no comentar mucho, ni mostraré fotos, pero os podéis imaginar la duerza del sitio. Yo personalmente tenía muchos reparos, pero por muy complicada que fuera la visita, mal que nos pese es historia, y había que conocerlo estando allí.

Al estar éste en las afueras de la ciudad, entre que llegamos, visitamos y volvimos, la excursión terminó pasadas las cuatro de la tarde, por lo que sin tiempo siquiera para comer comenzamos la visita al barrio judio, famoso por sus patios y galerías de arte.

Qué decir de el, me encantó. La comunidad judía siempre ha estado presente desde la fundación de la ciudad, si bien es cierto que ha tenido sus buenos y malos momentos, siendo tristemente por todos conocido el periodo más oscuro y cruel, el Nazismo.

Punto en el que tuvieron lugar los fatales acontecimientos de La Noche de los Cristales Rotos, hoy en día es uno de los lugares más queridos y carismáticos de Berlín.

Barrio de gran riqueza arquitectónica, es una de las zonas más visitadas en la actualidad. La Nueva Sinagoga, construida entre 1859 y 1866, y en la que destaca su cúpula dorada me pareció una maravilla, lástima que se nos hizo de noche y las fotos no reflejan bien la belleza de la misma y de la zona en general por la falta de luz.

Poblado de monumentos conmemorativos, el que más me llamó la atención fue el llamado «Piedras del tropiezo» (abajo podéis ver foto), consistente en unas placas de bronce del tamaño de una piedra que identifican por su nombre a víctimas de los nazis frente a sus antiguas viviendas. Su nombre se debe a que uno se topa con ellas cuando camina por la ciudad. 5.000 adoquines dorados se estiman en Berlín y 40.000 más repartidos en centenares de ciudades europeas de Polonia, Hungría, Ucrania, Noruega e Italia. Este proyecto sigue en marcha en la actualidad.

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Mención especial merece por su lado humano Otto Weidt, que creó un taller de fabricación de cepillos y escobas en el que empleaba a ciegos y sordos con el afán de que allí pudieran aprender oficios y valerse por sí mismos. Posteriormente comenzó a cobijar a ciegos y sordos que, además, fueran judíos. Y que en los peores momentos de persecución llegó a esconder a familias enteras en su taller, sobornando a funcionarios para conseguir documentación falsa y documentos de trabajo. Vendía parte de su producción en el mercado negro por conseguir dinero extra y comprar alimentos para las personas a las que acogía. Su historía aparece reflejada en su museo-taller.

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Y en este sitio tan especial terminó nuestro intenso día de excursiones. Tocó cenar algo con una típica cerveza alemana y a descansar.

El domingo no dió tiempo para nada, desayuno en el hotel, con sonrisa incluida en el buffet y camino al aeropuerto para regresar a Madrid.

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Por muy cansada que vuelva a casa en este tipo de viajes en los que no paras ni un segundo por aprovechar el tiempo al máximo, siempre merecen la pena. Ahora a esperar al próximo…

Podría contaros más cosas pero este post sería ya demasiado denso, así que hasta aquí mi crónica. Espero que os haya gustado.

Berlín Plaza

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Como la música me encanta os voy a dejar con una canción que me tiene totalmente enganchada.

Mil besos, Raquel.